MÁRTIRES JESUITAS, al servicio del Oriente árabe (1975-1989)
por el P. Camille HECHAIMÉ, Dar el-Machreq

El P. André Masse (1940-1987), francés

 

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Father André Masse (1940-1987), French

 

Cuando la guerra libanesa estalló en la primavera del año 1975, el fanatismo confesional empezó a esbozarse, las almas a alejarse y la gente a encerrase detrás de sus barreras. El temor al otro habitaba en los corazones.

Sin embargo, la Compañía de Jesús no aceptó esa realidad. Su fundador le había pedido que saliera siempre de las fronteras, que fuera hacia los lejanos y extranjeros y que tuviera esperanza cuando los hombres dejan de esperar, apoyándose en su Maestro nazareo que dijo: “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 20). Pronto, la universidad San José abrió filiales suyas fuera de la capital, en regiones de mayoría no cristiana, con el fin de facilitar el traslado de los estudiantes y para confirmar su deseo de que se mantenga la comunicación entre todos los libaneses, sea cual sea su confesión. En diciembre de 1976 se acordó la creación de las filiales de Tripoli en el norte, de Saida en el sur y de Zahlé en la llanura del Beqaa en el Este. Se adoptó para cada una de las filiales un reglamente propio. La apertura de la filial de Tripoli se celebró el 8 de enero de 1977, la de Zahlé el 24 del mismo y la de Saida, unas dos semanas más tarde, el 10 de febrero. En ese mismo sentido, la Compañía vio necesario desarrollar el departamento de estudios islamo-cristianos de la Facultad de Ciencias Religiosas convirtiéndolo, en diciembre de 1980, en Instituto de estudios islamo-cristianos. Ese último fue iniciado por uno de los padres religiosos junto con un amigo de religión musulmana, el doctor Hicham Nachaba. Ese instituto fue la primera institución universitaria para el diálogo islamo cristiano en los países árabes.

La creación de esos institutos y filiales era un aventura. Pero se construyeron sobre la roca de la fe y no se derrumbaron. Algunos, irrigados con la sangre del martirio, crecieron y dieron frutos. Ese fue el caso de la filial de Saida.

En 1980, mientras gran parte del sur del país estaba bajo ocupación israelí, el P. André Masse, recién llegado de Francia y con cuarenta y cinco años, fue nombrado nuevo director de la filial de Saida. En la provincia de Oriente Próximo deseaba estar desde que la conoció cuando acompañó unas sesiones pedagógicas destinadas a profesores de matemáticas en el colegio jesuita del Cairo. Le confiaron ese nuevo y delicado cargo por las capacidades científicas y administrativas que había demostrado. De hecho, había enseñado en los institutos superiores jesuitas de Francia y había sido seis años director de la revista Etudes que los intelectuales franceses consideran de gran renombre. Nada más llegar al Líbano, se puso a estudiar la lengua árabe pese a sus numerosas ocupaciones.

Se fue a Saida a pesar de los grandes peligros. Cuando los israelíes se retiraron de algunas zonas cercanas a Saida, las distintas facciones entraron en conflicto. El conflicto se convirtió enseguida en acontecimientos sangrientos con violencia y rencor a tope. A pesar de todo ello, el P. Masse emprendió un trabajo de reparación, tanto en los edificios dañados como en las almas doloridas, impulsado por el amor que sentía por la región y sus habitantes. De hecho, una vez confesó al obispo maronita de Saida diciendo: “Amo a Saida y a sus habitantes. Amo el sur del Líbano y a sus estudiantes. Eso sí, tienen sus problemas. Pero los comprendo y los ayudo en la medida de mis posibilidades. Mi deber es servirlos. Espero poder lograrlo.”

Los logros del P. Masse fueron muchos y rápidos: reparó la filial, informatizó su sistema, enriqueció su biblioteca, mejoró la casa de las estudiantes, construyó un terreno deportivo... Pero su mayor logro fue el haber acercado a la gente y difundido amor y optimismo mediante su martirio.

Un día de septiembre de 1987, dos muchachos se presentaron y pidieron ver al director. Cuando el P. Masse salió a su encuentro, uno de los muchachos le pegó varios tiros, tres de los cuales le alcanzaron en la cabeza. Luego, el asesino y su compañero huyeron. No se supo el motivo de aquel crimen espantoso y tal vez nunca se sepa. Pero lo que todos saben, en el Líbano y sobre todo en Saida, es que André Masse es un mártir. Derramó su sangre por la misión, la de difundir el saber y testimoniar la convivencia, el amor y la paz. Eso fue lo que sintieron todos, cristianos y musulmanes, los que conocieron al P. Masse y trabajaron con él en Saida. La mejor prueba del afecto que le tenía la gente son aquellas grandes palabras pronunciadas por las personalidades de Saida al enterarse del asesinato. Fueron recopiladas en un cuaderno bilingüe titulado: En memoria del mártir el P. André Masse s.j. (1940-1987). Al final no podemos sino citar tres pequeños párrafos de lo que se dijo:

El primero reza: “Era para mí el director, el colega, el padre, el hermano y el maestro. Nos vino con un corazón abierto al amor, el amor de todos, y nos dio todo lo que podía. Dio a nuestro sur y nuestra filial todo el saber y la experiencia que tenía. Nuestra universidad no era sino ruinas tras los acontecimientos de 1985. Fue él quien la convirtió, con su trabajo y gran fe, en un pequeño paraíso. ¿Cuál fue nuestra respuesta?”

En el segundo, uno de los profesores musulmanes de la filial dice: “Matar a un hombre por su nacionalidad, confesión u opiniones (...) significa que prevalece la ley de la selva y se carece de humanidad (...). Cuando conoces al P. Masse, aunque sea de forma superficial, ves en él un ejemplo humano del don intelectual y civilizado así como del renunciarse a sí mismo. Un hombre como él siembra en nosotros la serenidad del compromiso espiritual, del don y de la devoción al servicio de la humanidad.”

El último fue escrito por uno de sus ayudantes más cercanos que también es un profesor musulmán: “Vino a enseñarnos, nosotros libaneses que nos desgarramos unos a otros sin saber por qué, que el mundo es vasto, que el mundo es diversidad y comunión y que los humanos somos hermanos. Sin embargo, pese a todo el amor que llevaba, hubo una mano que lo mató (...). No es suficiente condenar con palabras el asesinato del P. André Masse. La verdadera respuesta hay que expresarla con actos. Se trata de continuar su obra, su misión. Difundamos, cada uno de nosotros en su entorno, un poco más de amor, tal vez así no se cometan más crímenes como ése.”

Collège Notre-Dame de Jamhour, LIBAN
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