MÁRTIRES JESUITAS, al servicio del Oriente árabe (1975-1989)
por el P. Camille HECHAIMÉ, Dar el-Machreq

El P. Nicolas Kluiters (1940-1985), holandés

 

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Father Nicolas Kluiters (1940-1985), Dutch

Después de estudiar las ciencias comerciales y el arte plástico, el P. Kluiters se dedicó a la docencia del dibujo hasta que sintió una vocación religiosa. Entró en la Compañía de Jesús a los 25 años en su país Holanda. Nada más entrar, pidió que se trasladara al Líbano. En 1966 su deseo se hizo realidad y fue enviado a Beirut donde continuó su noviciado y estudió después el árabe (1966-1968) y la sociología (1968-1969). Luego, estudió las ciencias filosóficas y teológicas en el Líbano y Francia y lo ordenaron de sacerdote en Ámsterdam en 1973.

Volvió al Líbano en 1974 y fue destinado a Tanayel en el valle del Beqaa para servir las pobres y lejanas aldeas maronitas del norte, aldeas aisladas en medio de una zona mayoritariamente no cristiana. Poco después, la guerra estalló y se tiñó enseguida de confesional. Sin embargo, esos acontecimientos sangrientos no desanimaron al joven sacerdote celoso. Con el acuerdo de sus superiores, tomó el convento de Tanayel, al cual volvía un día por semana, como base de su acción. Empezó a desplazarse entre las distintas aldeas cercanas al pueblo Deir El Ahmar. En Bechuat, una de esas aldeas, está la iglesia de la Virgen milagrosa donde Nicolas pronunció sus votos solemnes en 1977 para expresar que está arraigado en aquella pobre tierra y comprometido en servir a los necesitados. Otra aldea que le sirvió de segunda base fue Barqa donde intensificó sus actividades hasta convertirla en un ejemplo para las demás aldeas. Colaboró con sus habitantes después de haberse ganado su confianza y restauró su iglesia. Asimismo construyó una casa para el cura, una escuela y un convento donde vino a residir, a finales del 1984, una comunidad de la Congregación de los Sagrados Corazones. Más tarde, agregó al convento un ambulatorio. Recibía de Holanda, su tierra, ayudas económicas que utilizaba para hacer la tierra cultivable y fomentar la agricultura. El motivo de toda su acción era subir la moral de aquella gente buena, marginada y aislada. Era también afianzar, pese a todo el peligro que rodeaba, la fe y el arraigo de esa gente en su tierra, la tierra del encuentro y de la convivencia de todas las confesiones. Quizá fue ese éxito logrado por Nicolas lo que alimentó el odio que le tenían los rencorosos y los perjudicados por la vitalidad recobrada en aquellas aldeas. Querían que ésas últimas vivieran para siempre en la humillación. La tarde del 13 de marzo de 1985, tras haber celebrado la misa para las religiosas del hospital de Hermel, Nicolas volvió camino a Barqa. Los habitantes lo esperaron la mañana del día siguiente. Pero no llegó. No se supo nada de él. Sus compañeros jesuitas de Tanayel empezaron, junto con las religiosas y las fuerzas “de seguridad”, a buscarlo en toda la región. Hasta que uno de los pastores del campo apreció una bandada de cuervos planeando sobre un profundo precipicio. Se despertaron en él sospechas e informó a los responsables. Se alcanzó el fondo del precipicio después de muchos esfuerzos y se retiró el cadáver que llevaba 17 días desaparecido. Habían matado a Nicolas de la peor forma. Le habían pegado dos tiros, ahorcado y “desgarrado”, por lo que se nota cuánto le tenían rencor los que lo mataron. Se supo después que resistió a sus secuestradores con valentía, ya que tenía una fuerte compostura y se había entrenado a la autodefensa cuando hizo el servicio militar de paracaidista en Holanda. Su coche fue encontrado días más tarde con esa escritura encima: “las fuerzas de la venganza”.

Los funerales se celebraron en el convento de Tanayel el 3 de abril. Era miércoles santo. Reinaban piedad y conmoción. Las campanas no tocaron a muerto sino repicaron. Es que todos los que conocieron a Nicolas se dieron cuenta aquel día de que se despedían de un mártir que murió por su fe y su parroquia. Siguen hasta ahora aferrados a esa idea. Él mismo, en sus últimos días, había intensificado sus oraciones y se había entregado a Dios con confianza filial. Se preparaba a aceptar las dificultades hasta sufrir el martirio. De hecho, dos semanas antes del secuestro, escribió: “Me hizo volver (o sea Cristo) a Barqa... como si me estuviera diciendo: los frutos están por madurar... no te atormentes por los sucesos extraordinarios y duros que puedan ocurrir, como un secuestro o algo parecido. Quien esté conmigo tendrá una gracia especial que le permitirá sufrir por mí y conmigo. Estaré con él.”

Collège Notre-Dame de Jamhour, LIBAN
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